Por Mons. José Dammert Bellido
Las manifestaciones de una acendrada devoción al glorioso Señor San José en nuestra patria son muy antiguas y legítimas, plenamente la petición elevada por la Venerable Asamblea Episcopal en 1957 al Romano Pontífice solicitando que confirmase, en virtud de las disposiciones canónicas (c. 1278) la elección del celestial Patriarca como Patrono de la República Peruana.
El Sínodo diocesano, que celebró el año de 1592 en la ciudad de Los Reyes el insigne Arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo, prescribió: “Y asimismo habiéndosenos pedido en este presente Sínodo por parte de los cofrades, de la cofradía de San José de esta ciudad, se guardase la fiesta de dicho Santo: habiéndolo conferido y tratado con el clero y pueblo que estaba presente, acordamos proveer en el caso, mandando, como mandamos guardar la fiesta de San José en esta ciudad, sin que haya obligación de guardar dicha fiesta en el campo”.
El Concilio Provincial de Lima del año 1583, había fijado los días de guardar sin considerar la festividad del señor San José. A pedido pues de los socios de la Cofradía de San José se determinó fuese día de guardar.
La mencionada Cofradía fue erigida por el primer Arzobispo, fray Jerónimo de Loayza, el 3 de noviembre de 1560 por la devoción de don Bernardo Moreno. Pronto la “Hermandad del Señor San Joseph» pudo contar con numerosos congregantes, porque en ella se incorporaron los aserraderos, carpinteros y alarifes, cuyo gremio se organizó en torno de esta hermandad. En 1614 se refundieron y ampliaron las constituciones de la «Cofradía del Señor San Joseph” (ver Domingo Angulo. La metropolitana de la Ciudad de los Reyes. Lima 1935 pág. 42).
La Cofradía obtuvo una capilla en la antigua Iglesia Mayor de Lima, y al construirse la Catedral adquirió su propia capilla en 1618, que fue la segunda de la nave izquierda, entrando por la puerta del Sagrario. En ella levantaron un valioso retablo con las imágenes de Jesús, María y José y escenas de la vida del glorioso santo. Un zócalo de vistosos azulejos sevillanos cubría muros de la capilla y la reja estaba torneada y tallada muy curiosamente.
La misma Cofradía costeaba la solemne fiesta del Santo en la Catedral, consistía en las Vísperas solemnes el día 18 de marzo, y el día siguiente, tercia y Misa de facistol y luego procesión con capas.
El culto a San José se extendía a los días 19 de cada mes, en el que se decía la misa al Señor San José, con rezo propio, por concesión del Santo Padre Clemente XII del 16 de diciembre de 1760, por preces del ilustrísimo Sr. Diego del Corro, XIV Arzobispo, exceptuando los Domingos y si ocurría alguna fiesta de mayor clase. También en la Dominica III de Pascua había rezo particular del Patrocinio del Señor San José. Estos datos aparecen en el «Ritual diurno y obligaciones del Coro” publicado en Lima en 1862, en el que se consignan como todavía vigentes.
La devoción al castísimo esposo de María Santísima, no se limitó a su cofradía y a la Catedral, pues bajo el gobierno de Santo Toribio se fundó el 19 de marzo de 1603 el Monasterio de las Descalzas de San José, y existen muchos y variados pueblos que se denominaron en honor del Santo Patriarca, como San José de los Chorrillos en Huarochirí, en Canta, en Chancay, San Mateo, etc., y el nombre oficial de la ciudad de Barranco es “San José de Surco”.
Al proclamar la emancipación se suprimió del catálogo de días festivos el dedicado a San José. Más el Congreso Constituyente de 1828: “Considerando: I. que el pueblo desea la restitución de ciertos días festivos anteriormente suprimidos; II. que es conveniente acceder a su deseo «decretó reponer a este día clase de festivo, entre otros el día de San José” en la misma forma que lo era antes de la supresión.
Es digno de señalar cómo la devoción de San José tiene fuerte raigambre popular, pues en 1592 y en 1828 se restituye su fiesta a solicitud del pueblo, según declaración expresa del Sínodo arquidiocesano y del Congreso.
Aún más, el mismo Congreso General Constituyente de 14 de marzo de 1828 en el tercer «Considerando” del citado decreto, precisó que “los peruanos, profesan particular devoción al glorioso San José, y que casi en todas las iglesias de la República se celebra su conmemoración un día de cada mes”. Los legisladores, presididos por el ilustre don Francisco Javier de Luna Pizarro y actuando de secretarios don Nicolás de Piérola y don Gregorio Cartagena manifiestan que el culto al santo patriarca se hacía en casi todos las iglesias, a semejanza del que se le rendía en la Catedral de Lima.
Por eso en el artículo 2° del Decreto mencionado, se recoge un anhelo popular más profundo al expresar que «el Congreso elije y toma patrono de la República al glorioso San José, y la pone bajo su especial patrocinio. Su fiesta principal será de tabla con asistencia de las corporaciones, en todas las catedrales y matrices”.
El Ciudadano Presidente de la República, mariscal José de La Mar puso el cúmplase a la ley el 20 del mismo y la refrendó don Francisco Javier Mariátegui, Ministro de Estado en el Departamento de Gobierno y Relaciones Exteriores.
En el citado “Ritual diurno” se expresa que el señor San José “está designado por el Soberano Congreso, como Patrón de la República, con asistencia del Gobierno y corporaciones como fiesta de tabla”.
En los años siguientes, ha aumentado la devoción al glorioso Santo en la Arquidiócesis’ de Lima, como lo demuestran los colegios que llevan su nombre: los Hermanos Maristas en el Callao y en Huacho, de los artesanos de San José en la calle del Tigre, de la haciendan Cerro Alegre en Cañete, las religiosas de San José de Cluny en Lima, Barranco y Magdalena del Mar: además se han establecido otras congregaciones religiosas femeninas bajo su advocación, como las Religiosas de San José de Tarbes (con residencia en San Isidro); las Franciscanas misioneras de Bamberga (colegio Santa María Goretti en el barrio El Porvenir): las Hospitalarias de San José (Hogar de la Madre); las Siervas misioneras de San José (colegio de la Inmaculada). Un hospicio de Mujeres está bajo su patrocinio (calle de los Naranjos), lo mismo que las parroquias de Bellavista y la que tienen los Padres Carmelitas en la urbanización Jesús María.
El mismo incremento ha tomado la devoción en el resto del Perú, siendo suficiente recordar que en 1945 en la selva se erigió la Prefectura (ahora Vicaria) apostólica de San José del Amazonas.
Lo anteriormente expuesto justifica ampliamente la petición de nuestro Episcopado Nacional que ha sido aceptada bondadosamente por el pontífice reinante, que el 19 de marzo de este año se ha dignado expedir un Breve Apostólico que declara al patriarca San José, Patrono de la República Peruana.
La confirmación oficial de la Santa Sede obliga más a todos los peruanos a continuar la tradicional devoción al glorioso Señor San José y a solicitar por su intercesión las gracias necesarias para el progreso espiritual del Perú, conforme a las intenciones de los fundadores de la Independencia que suscriben en el decreto de 1828, Luna Pizarro, primer Presidente del Congreso Constituyente de 1822 y más tarde Arzobispo de Lima. La Mar, vencedor en Ayacucho, y Mariátegui que sirvió a la República como diputado, ministro y finalmente austero magistrado de la Corte Suprema de Justicia. Para esos tres patriotas el destino de la República Peruana no podía estar separado de los principios que norma nuestra Santa Religión.
En: Dammert, J. (1957). San José, patrono de la República peruana. El Amigo del Clero (1586-1587), 158-160.